Que no entendéis el disgusto que yo tengo y lo que me está costando esto, que hasta hubo una noche en que no dormí. Que me las he tenido que apañar para seguir creyéndome sindicalista al mismo tiempo que hacía la reforma laboral que pedía la patronal, que semejante autoengaño no es fácil, ¿eh? que a mi lado la derecha parece extrema izquierda, y no me digáis que eso no tiene mérito.
Que por vuestro propio bien, y con todo mi dolor, os he reducido el sueldo, os he menguado las pensiones, os he abaratado el despido para evitar el despido, y trato en lo posible de retrasaros la jubilación. Por si fuera poco, para evitar la fuga de cerebros no he puesto techo a los sueldos máximos, para evitar la fuga de capitales no he subido los impuestos a los ricos, y para evitar el descrédito de los paraísos fiscales no estoy persiguiendo toda la pasta que han ocultado tres mil ínclitos españoles en Suiza. ¿Qué más queréis de mí, por dios? ¿Acaso os parece poco sacrificio?
¿Y qué decir de la inmensa generosidad del rey, que se ha ido a Santiago de Compostela a pedir por todos vosotros?
¿Y cómo pagáis mis desvelos? ¡con una huelga general! ¡oh, tempora, oh, mores!
Da igual. Me cueste lo que me cueste, os salvaré de vosotros mismos.