¿Cuando fué la última vez que montaste en un taxi de los raros?.
A mí el último me regaló unos tomates y unas cebollas que llevaba en el maletero, me enseño un cuerno de toro que llevaba en la guantera y lloró por un reparto de una herencia, a 120 km/h por la M30 mientras leía unos papeles del juzgado de primera instancia de su pueblo. Y, para que no me tachen de odio al gremio, voy a obviar lo del olor del taxi (almizcle, bergamota y sudor), que tuve que meter la ropa a la lavadora del tirón.
Suerte.
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