Yo he visto cosas que no podrías creer.
Por eso me agarro a la paloma, porque no sé adónde caeré como la suelte.
Yo he conocido a seres humanos cuyo mundo no es este, pero además se desconoce cuál pudiera ser.
Le he visto la lengua al Lengua gorda. He visto la tripa de El Tripas. He vislumbrado al Galopo galopando. He oído con un escalofrío leyendas que hablaban del Hombre Excremento, habitante de un distante bar de polígono industrial. He visto a mi padre danzar como un indio borracho ante una hoguera justo antes de descubrir que mi padre era realmente un indio borracho, y todavía ignoro en qué puesto de los cuarenta principales me deja eso. Yo he apresado cangrejos de río en el río y he visto a mi madre cociéndolos en una olla cerrada, y he escuchado el gélido sonido de sus pinzas golpeteando desesperadamente el metal mientras ella me decía por toda respuesta, pon la mesa que vamos a cenar.
Yo he reconocido en Chiquito de la Calzada a un profeta que viene de Bonanza. Yo he visto el profundo misterio de una mierda de un quilo doscientos cincuenta gramos (1 k. 250 gr.) en el centro de la pulida mesa de un consejo de administración, y ahí os dejo eso, y contra lo que se diga en las cenas de mi empresa, no lo he puesto yo.
Yo he visto cosas que devolverían la cordura a un loco. Y todo eso se perderá como si Dios tirara de la cadena con razón.
Pero, cuando eso suceda, la pesada huella de esa gloriosa mierda de casi quilo y medio, apenas humana, me sobrevivirá, indeleble, en el centro de vuestros corazones, en el centro de todas las mesas de todos los consejos, una catástrofe irrevocable, un desafío al entendimiento, un misterio tan insoluble y atormentador como el fantasma caníbal de un amor jamás consumado; ahí queda, el humus primigenio del que emerge toda vida, el caos que pare a gritos un nuevo orden, y sólo entonces, cuando oigáis ese alarido de lo que se rompe, reconoceréis esta posible verdad; que ningún hombre merece ser recordado, pero ciertos actos son inmortales.
Como quizá poeta os digo; he visto cosas, pero me da casi exactamente lo mismo.
Eso sí, cuidadín, que en cuanto suelte la paloma, a alguien se le caga en la cabeza.
Por eso me agarro a la paloma, porque no sé adónde caeré como la suelte.
Yo he conocido a seres humanos cuyo mundo no es este, pero además se desconoce cuál pudiera ser.
Le he visto la lengua al Lengua gorda. He visto la tripa de El Tripas. He vislumbrado al Galopo galopando. He oído con un escalofrío leyendas que hablaban del Hombre Excremento, habitante de un distante bar de polígono industrial. He visto a mi padre danzar como un indio borracho ante una hoguera justo antes de descubrir que mi padre era realmente un indio borracho, y todavía ignoro en qué puesto de los cuarenta principales me deja eso. Yo he apresado cangrejos de río en el río y he visto a mi madre cociéndolos en una olla cerrada, y he escuchado el gélido sonido de sus pinzas golpeteando desesperadamente el metal mientras ella me decía por toda respuesta, pon la mesa que vamos a cenar.
Yo he reconocido en Chiquito de la Calzada a un profeta que viene de Bonanza. Yo he visto el profundo misterio de una mierda de un quilo doscientos cincuenta gramos (1 k. 250 gr.) en el centro de la pulida mesa de un consejo de administración, y ahí os dejo eso, y contra lo que se diga en las cenas de mi empresa, no lo he puesto yo.
Yo he visto cosas que devolverían la cordura a un loco. Y todo eso se perderá como si Dios tirara de la cadena con razón.
Pero, cuando eso suceda, la pesada huella de esa gloriosa mierda de casi quilo y medio, apenas humana, me sobrevivirá, indeleble, en el centro de vuestros corazones, en el centro de todas las mesas de todos los consejos, una catástrofe irrevocable, un desafío al entendimiento, un misterio tan insoluble y atormentador como el fantasma caníbal de un amor jamás consumado; ahí queda, el humus primigenio del que emerge toda vida, el caos que pare a gritos un nuevo orden, y sólo entonces, cuando oigáis ese alarido de lo que se rompe, reconoceréis esta posible verdad; que ningún hombre merece ser recordado, pero ciertos actos son inmortales.
Como quizá poeta os digo; he visto cosas, pero me da casi exactamente lo mismo.
Eso sí, cuidadín, que en cuanto suelte la paloma, a alguien se le caga en la cabeza.
Pues yo no digo nada, pero la paloma significa, en ciertas culturas, una forma de la divinidad denominada trinidad y compuesta por el padre, el hijo y el espíritusanto, que vaya usté a saber quien es, pero como te caguen encima tres personas a la vez, vas listo. Y si son dioses, pues es el fin del todo conocido.
ResponderEliminarPa' paloma, esta:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=Iab9SC1-cZM
Y el que no, que tire la primera roca.