Donde iréis, tu guía gastronómica de siempre

domingo, 13 de marzo de 2011

Por qué los domingos matan más gente que las bombas



Planes infalibles para un domingo por la tarde:

- Escuchar a Rostropovich mientras analizas tu vida como si se tratara de un tremendo malentendido.

- Asistir a un ciclo de cine iraní alternativo que por algún oscuro medio ha logrado estrellarse de forma absolutamente injustificada en las pantallas de tu filmoteca provincial.

- Encogerse en un rincón para pensar en la enormidad del universo, y comparar (de forma casi inevitable) el tamaño de Júpiter con el de tu pene.

- Comparar la enormidad de tu pene con la insignificancia de los quarks, y tras el primer instante de gozo, reparar en que a nivel cuántico no hay seguridades y el mundo entero (incluyéndote) se sostiene sobre una entelequia incomprensible que se puede ir a la mierda en cualquier momento, y luego tratar de comprender que los átomos son a la vez ondas y partículas mientras te encoges aterrado en un rincón de tu salón.

- Leer El proceso de Kafka deseando que se ponga en marcha el acelerador de partículas europeo con la convicción de que si algo cambia, no puede ser a peor, porque es inmposible, y Kafka ya lo sabía.

- Ser repentinamente consciente de que esa frase que tanto te repetían tus padres y que decía "a ti nunca te ha faltado de nada" fue sólo el primero de una serie de eslóganes que se han desmotrado falsos, tales como, "el trabajo dignifica", "en el colegio se aprende", "la soja es sana", "hacer deporte es bueno" y "los lipidífidus hiporeactivos de esta crema antienvejecimiento te devolverán la juventud".

- Descubrir que los radicales libres no son los miembros anónimos de una revolución ya en marcha, sino una cosa minúscula que te está matando ahora mismo sin que te apercibas.

- Constatar que tienes mucho futuro, pero por detrás, y que tu ya extensa biografía es fruto de alguna clase de error indefinible.

- Desnudarte, abrir la ventana, sacar medio cuerpo fuera, y cuando los de abajo crean que estás a punto de arrojarte al vacío, llevar una mano a tus abultados testículos y gritar ¡VIVA MÉJICO, CABRONES!
Y allá se las compongan ellos con la escena dominical, cuya resuelta absurdidad los desasosegará durante buena parte de la semana entrante, y el comienzo de la saliente.
Si se administran bien, ya tienen algo de lo que hablar en la oficina durante un mes.

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