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jueves, 17 de marzo de 2011

Enfermedades sugerentes: hoy, Hidropoesía



La hidropoesía suele contraerse tras leer A orillas del Sar, de Rosalía de Castro, aunque también se han descrito casos provocados por autores menores, generalmente extranjerizantes.

Afecta a la glándula lírica, que, tras una mala lectura de esta gran autora, se colapsa en presencia del líquido elemento, de modo que el paciente tiene la seguridad de que en cada masa de agua habita una ninfa, cuando no una nínfula, aunque se trate de un charco en la calle, ante cuya presencia cae en el Otuismo, señal inequívoca de la enfermedad.

¡Oh, tú, bellísima inolora! ¡Oh, tú, incomparable inodora, y por qué no decirlo, incluso insípida! ¡Oh, tú!

Ante masas de agua más extensas, aunque espantosamente feas, tales como el pantano de Rosarito (pronunciar Rosalito) el afectado, paralizado, sólo acierta a farfullar:

¡o tú o tú o tú o tú o tú o tú o tú... Rosalito!

Conviene alejar a los pacientes de las grandes extensiones oceánicas, dado que sufrirán un colapso aún más intenso.

¡Oh tú la mar el mar le mar me lar marlemar, MARIMAR!


Dada su querencia poética por toda clase de líquidos, los pacientes tienden a retenerlos dentro de sí, evitando la micción de sus propias aguas menores (las mayores nunca fueron aguas, contra toda creencia) y acaban inflados como globos (peces).

El tratamiento más adecuado es una ahogadilla bien hecha, de las que el paciente sale, si es que sale, tras ver el túnel, devolviéndole a la prosa de forma tan definitiva que normalmente sustituyen la ingesta de agua por el consumo compulsivo de cerveza Mahou.

Y eso explica lo que le pasó a mi padre.

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