El empresario español, rancio y monócromo, se aferra en directo a la amistad con los viejos símbolos de otros regímenes para esquivar las incómodas preguntas que el descendiente le lanza como un Jorge Javier cualquiera, mientras una lágrima asoma bajo las gafas de marca.
"Estará de acuerdo conmigo..."¡Madre mía, menuda sensación de dejá vu!.
Yo no sé donde meterme ya, todo me sabe a rancio...
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