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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mi vida como Clark Kent 3: quién es Lana Lois


Después de lo que me dijo Hulk de que Lana Lois se llama Lois Lane me quedó la duda y la llamé.
- Oye, Lana Lois, que me ha dicho Hulk que te llamas Lois Lane.
- Pos claro que me llamo Lois Lane.
- ¡No jodas! ¿Y eso desde cuándo, si puede saberse?
- De toda la vida de Dios.
- ¿Y por qué no me lo habías dicho?
- Si te lo he dicho mil veces, pero no me escuchas. Oye, te tengo que dejar que se la estaba chupando a Batman y le he dejao a medias.
- ¡Que le estás haciendo qué? ¿Pero eso se puede hacer?
- Uy, si tú supieras.
- ¡Pues a mí eso no me lo has hecho nunca!
- Eso es porque tú y yo nunca hemos hecho nada. Batman sabe hacer muchas más cosas porque es gótico.
- Pues yo también me he hecho de una tribu urbana, que lo sepas.
- ¿Ah sí? ¿Qué te has hecho, catequista?
- Pues no, listilla. Me he hecho…
- ¿Qué?
- Pues me hecho… steam… punk… street… power.... in the dark night. Hoy mismo me han dado el carné.
- ¿Y eso qué es?
- Eso es muy complicao de explicar, pero es así como muy aberrante y muy peligroso, que da hasta espeluznos. Mejor quedamos y te lo cuento.
- ¿Te han vuelto los poderes?
- Esto… los poderes… los poderes en sí mismos, no, pero he comprao una cosa para abrir botes.
- Oye, que te tengo que dejar, que tengo aquí un lío mu gordo.
- ¿Cómo de gordo? ¡Ten cuidao, Lana Lois Lane, a ver si te vas a hacer daño!
Ná, ya me había colgao.


Así que por la noche volví a quedar con Hulk y le digo:
- Macho, que tenías razón, que Lana Lois dice que se llama Lois Lane, no sé yo si creerla. Si es que no terminas nunca de conocer a las personas.
- ¿Y has pensado ya en lo otro que te dije?
- Qué pensar ni qué leches, que siempre estáis con eso de pensar. En qué otra cosa tengo que pensar.
- Lo de que Lois lo mismo sólo te quería por tus poderes.
Me asomé a la ventana. Un viento gélido barría las calles, agitando hojas de periódico y cáscaras de plátano. Notaba entre los dedos el aliento helado del whisky, quemándome las yemas. Contemplando la densa oscuridad de la noche, murmuré con los dientes apretaos:
- Pues se ha quedao buen día. Esto… ¿de qué estábamos hablando? ¿el atleti ha ganao o ha perdío?
No sé yo cómo va a acabar esto.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Mi vida como Clark Kent 2


Bien, pues me fui pal banco con una media en la cabeza, y llego allí y le digo a la cajera, señorita, haga usted el favor de darme to lo que tenga en la cámara acorazada si no quiere que tengamos aquí una temática, que vamos a proceder a una redistribución de la riqueza. Y me dice la tronca, ¿y el arma? ¿no trae usted arma ni nada con que amenazarme?
Y ya me cabreo y le digo, ¡Usted no sabe quién soy yo! ¡Yo soy un arma multimortal en mí mismo! ¡Yo mato sin querer ni darme cuenta! ¡Yo he sido concejal en Kripton! ¡Yo le he quitao la merianda a Chuck Norris! ¡Yo me tiro un peo aquí bien tirao y tién que desalojar la provincia! ¡Yo taladro cámaras acorazadas con LA PUNTA DE LA PO...!
Y entonces me arreó la tronca un bofetón con la mano vuelta que se me puso el tímpano a resonar con tal estruendo que pensé que había explotao un misil, y noté que se me caía una lagrimita por el ojo, una cosa que no me había pasao nunca.
Y me volví llorando pa casa de la impresión.
En fin, que al día siguiente tenía que ir a currar, y yo iba volando, me cambiaba allí, y arreglao. Pero como ya no puedo volar más que con la imaginación, tuve que coger por primera vez en mi vida el metro, que es una cosa de no creerla de cómo está de gente, que tuve que entrar como los egipcios, de perfil. Y estaba apretujao, mirando parriba y boqueando como un pez para no asfixiarme, cuando percibo y noto que algo se está abriendo camino con pertinaz insistencia a través de mi tercer ojo. Y grito ¡policía, que me están penetrando! a lo que un señor bajito que estaba al lado me susurra:
- Pero sin mala intención, que es que si no, no se cabe.
- ¡Pero es que es mi culo!
- Este es un transporte público, señor mío, y todos tenemos el mismo derecho a caber en él. Y de gracias que va medio vacío. Tendría usted que ver el kamasutra que hay que montar en hora punta.
Va a ser duro esto de ser todo el tiempo Clark Kent. Yo el rollo este de Clark Kent lo usaba pa reírme un rato de los humanos. Me iba a las discotecas disfrazao de Clark Kent y me decía el portero: con esa cara no entras. Y me cambiaba en la cabina y volvía to chulo, y le decía, que me ha dicho un amigo que no le has dejao entrar. No, hombre, Supermán, ya ves, si aquí dejamos pasar a tós. Pues no es eso lo que me ha dicho mi amigo, que me ha contao no sé qué cosa que le habéis dicho de que con zapatillas que no entra. No, hombre, Superman, tú dime quién es y le hacemos aquí un pase vip. Ni vip ni vop, ahora os jodéis que soy yo el que no entro.

Por la noche quedé con el increíble Hulk, que es lo ideal para contarle tus penas, porque no habla, sólo gruñe, así que nos emborrachamos en casa, y le estaba metiendo la chapa, mira el cabrón de Batman, y la Lana Lois, que se ha pirao con ese pringao, es de no creerse, si a Batman le quitas la pasta y no es nadie, ¡nadie! ¡un pirao en pijama!
Y de repente se me queda mirando Hulk, y me dice:
- ¿Y no será que Lois Lane sólo te quería por tus superpoderes?
Me le quedo mirando un momento, completamente alucinado, y tras el primer momento de estupor le digo:
- Hulk, macho, desde luego, eres increíble. ¿Quién coño es Lois Lane?
No sé yo cómo va a acabar esto.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Mi vida como Clark Kent


Pues así me veo porque nunca leo un puto libro, pero el cabronazo de Batman me regaló uno que se titula Ética Nicomaquea, de una tal Aristóteles, y le eché un ojo. Pese a mirarlo sólo por encima, me hizo más daño que un consolador de kriptonita, como luego se verá.
Ojeándolo estaba cuando en estas que atracan por sexta vez el banco de la esquina, y me voy pallá a repartir hostias medidas, por no matar a nadie, y me suelta el gachís de la media en la cabeza:
- ¿Pero acaso no nos roban los bancos a nosotros, los ciudadanos? ¿y no es este atraco, por tanto, un acto de justa redistribución?
Y dije, coño, pues parte de razón sí tiene. Y se me hizo un lío en la cabeza que me dio unos dolores en las sienes de impresión. Y le dije;
- Bueno, te llevas el dinero, pero tienes que dárselo a los pobres.
- Yo mismo soy pobre - dijo el atracador - en consecuencia, me lo quedo.
Lo que también tenía su lógica.
Al día siguiente me pusieron a parir en los periódicos. Que si Superman deja escapar al atracador, decía El País, que si Superman se ha hecho comunista, decía El Mundo, que si el rey no sé qué, decía el Abc, y los de intereconomía me comparaban con Franco y con Sánchez Dragó, acerca de lo cual no supe qué pensar, lo que fue horrible, porque acababa de descubrir que PENSABA. Y NO PODÍA PARARLO.
Lo cual, tal como se demostró, es fatal para un superhéroe. Voy a abrir un bote de alcachofas y no soy capaz.
- ¡Lana Lois, que has comprao un bote de kriptonita!
Viene Lana a la cocina, lo mira, y dice:
- Pues no, que son alcachofas del eroski. ¿Qué te ha pasao?
Y digo:
- La puta Ética, eso me ha pasao. Ahora no puedo parar de pensar.
Total, que, completamente inmerso en un profundo monólogo interior, que ya no me para la cabeza, y absorbido por dilemas éticos de hondo calado, me dijo el psiquiatra que me estaba negando a mí mismo los superpoderes, porque ya no sabía si hacía el bien, el mal o el regular, y que la única solución que le veía es que me leyera a Nietzsche.
- No leo más en mi puta vida, así te lo digo - contesté yo.
Total, que vuelvo a casa, y me encuentro a Lana Lois en la cama con Batman, el puto esnob de los cojones, que ni tiene poderes ni los ha tenío nunca ni sabe lo que son, que todo lo consigue a golpe de talonario. Y le digo:
- Te vi a meter tal sopapo, chulo de mierda, que te voy a saltar los batdientes, a ti y a Robin, maricón.
Y me dice:
- ¿Ah, sí? ¿Tú y quién más? que ya me ha contao Lana lo tuyo, que no pués ni abrir un bote alcachofas, so zarrancajo.
Y me dice Lana:
- Que nos vamos los dos a vivir a la batcueva, que ya te daré el número de cuenta pa que me pases la pensión.
Pero lo que no sabían es que yo ya sé qué pensar. Así que agarré el jodío libro de la Aristóteles esa, le puse encima la sobrecubierta de un tocho de Pérez Reverte, y se lo envié por correo a Batman.
Y esperé... esperé.... esperé... y luego me acordé de que el jodío Batman no tiene superpoderes que perder.
Así que ahora mismo me voy pa la esquina con una media en la cabeza a atracar el banco, a ver si consigo la pasta suficiente para que vuelva Lana.
No sé yo cómo acabará esto.