No sin rubor, les cuento que hubo una época de mi vida en la que, a veces, veía Elvis.
Alguien te lanzaba una foto en, por ejemplo, el zoológico e, incomprensiblemente, en la pared del chiringuito infecto había una foto, poster o bajorrelieve del rey del rock. Ibas a tocar a un garito y, entre Marshall y Marshall, allí estaba, con todo el pelo grasiento.
Sin ir más lejos tengo un Fat Elvis, de la época de Las Vegas, en un peaje cerca del aeropuerto ("1.50, baby!")
A mí el rock and roll clásico, fuuu!, ..., pues me parece una copia para blanquitos del blues de la época (es lo que tenemos nosotros los negros, que vemos racismo en todo), pero antes que Lady Gaga o las Nancys Rubias, pues me sirve cualquier cosa.
Así que ya lo saben. Está todo lleno de Elvis. O Elvises, que no sé pluralizar, ¡coño!.
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