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jueves, 12 de mayo de 2011

Hablemos de mineralismo



Hijo de un misterioso ente que se parece muchísimo a James Coburn, (especialmente en la película Aflicción) y de una santa más bella que una elfa (al menos a sus ojos), Javier Arriero,escritor irlandés nacido en Talavera de la Reina (ciudad con dos mil años de historia, pero que sólo ha llegado a ser conocida porque una vez veraneó allí Güinez Paltrous), cuenta entre sus muchos méritos el ser considerado irrelevante por la wikipedia (hecho con el que él mismo se muestra de acuerdo).

Pese a su juventud (sólo aparente), no es considerado por la crítica como un escritor posmoderno, dado que acaba las frases y no se droga (ha manifestado a nuestro reportero que no puede probar los estupefacientes, porque se conoce y sabe que si empieza no para). De hecho, sólo en muy raras ocasiones ha sido considerado por alguna clase de crítica, lo cual agradece sinceramente, porque no le apetece estar todo el día discutiendo.


Pertenece a una corriente literaria que se opone firmemente a Arturo Pérez Reverte, cuya existencia, de hecho, niega; pero se opone siempre con seudónimo, dado que le da pereza batirse en duelo. Le da pereza, en parte porque desconoce la esgrima (y considera que ya no tiene edad para ir por la calle con un florete, como en los inmortales), y en parte porque los duelos suelen tener lugar al alba, y él a esas horas está durmiendo.


En un país donde sólo se conoce a Fernando Arrabal porque una vez se emborrachó y se le trababa la lengua, Javier Arriero no aspira a ser reconocido, dado que es prácticamente abstemio. De vez en cuando se bebe una cerveza por sus cualidades diuréticas (anda regular del riñón) y se pilla unos colones de impresión, generalmente cariñosos, aunque también le puede dar por cagarse en Dumas, padre, hijo y espíritu santo y, de forma ligeramente más selectiva, en buena parte de la novela victoriana. Crepúsculo es mejor no mentárselo, porque le reviran los ojos al blanco.


Muy a menudo participa en premios literarios que están concedidos de antemano, pero no a él, lo cual es inevitable que te suceda en este país. No lo lamenta, porque es inútil. Lo único que verdad lamenta es no saber escribir en inglés, porque la literatura en castellano es una merienda de negros (cáptese la fina ironía contenida en esta frase). En su modesta opinión, aquí nace James Joyce, y en lugar de hacerle un monumento se descojonan de él.
En un país donde Evaristo Mejide Rijoso y Boris Izaguirre Pantalones Bajados parecen componer la elite intelectual de nuestra gloriosa nación, Javier Arriero tiene a gala no aparecer en ninguna lista de los más vendidos (y nunca mejor dicho; capten aquí de nuevo la fina ironía).

Paquirrín, en cambio, le cae bien. Un tío capaz de vivir toda la vida del cuento, pero sin escribir una sola línea, suscita su admiración inmediata. Sobre todo, si encima es más feo que Shane McGowan.

Por lo demás, y en propias palabras del escritor, "aprovecho esta entrevista para desearles a los censores de la wikipedia, flor y nata de la intelectualidad universal y faros preclaros de occidente, que se la metan por el culo."

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