Donde iréis, tu guía gastronómica de siempre

lunes, 24 de diciembre de 2012

Lo del fin del mundo me lo inventé yo para tener sexo


Lo del fin del mundo me lo inventé yo para tener sexo.


Le pregunté a Adela, la recepcionista:

- ¿Y si fuera el último hombre sobre la tierra, tendríamos sexo?

Y me dice Adela:

- Lo dudo.

Lo que prácticamente es un sí.

Más allá de consideraciones morales, matar a la mitad de la humanidad me planteaba un reto, fundamentalmente, de tiempo. Según mis cálculos, restando los nacimientos, me llevaría 367 años matar a todos los hombres de la tierra. Así que probé otra táctica.

- Adela, ¿y si se acabara el mundo de repente, y no nos diera tiempo a llegar a casa, tendríamos sexo?

- Muy borracha tendría que estar.

Así que me agencié dos botellas de ginebra. Eso era lo fácil. Pero acabar con el universo, dado su tamaño, planteaba un reto de logística aún mayor. Calculé que necesitaba un agujero negro demasiado grande incluso para conceptualizarlo.

Pero, como profundo conocedor de la naturaleza humana, sabía que no era necesario acabar con el universo. Bastaba con que los demás creyeran que iba a acabarse.

Así que me fui a ver al director de la revista Más allá.

- Oye, Tristante, machote, he encontrado un calendario maya que concluye el 21 de Diciembre a las 19 horas 21 minutos. ¿Tú crees que eso significa que se va a acabar el mundo en esa fecha?

- No lo creo.

- Yo tampoco.

Pero en el siguiente número sacó el reportaje como si se le hubiera ocurrido a él.


Así que el 21 de Diciembre a las 19 horas pos meridian le digo, Adela, que me voy para casa ya. Por cierto, ¿qué te parece eso de la profecía maya?

- Mentira todo.

-Eso creo yo.

Abro la puerta de la calle y digo, ¡hostia, Adela, que es verdad, QUE SE ESTÁ ACABANDO EL MUNDO, que se le ve el final desde aquí!

- ¡¿Cómo?! ¡Déjame ver!

- ¡No te asomes! ¡te absorberá el terrible vórtice de la destrucción absoluta! ¡vuelve dentro! ¡yo te protegeré! Por  cierto, casualmente llevo aquí dos botellas de ginebra.
 

Total, que al final le digo a Adela, que me voy vistiendo, que todo era mentira, me voy ya para casa, que son casi las ocho, muchas gracias por todo.

- ¡No te achomes, te dechtruirá el terrrrrrible vorchtice de la dechtrución acholuta!

- Ya, ya.

En estas que me asomo, dispuesto a salir, y ¡coño!, ¡no había por dónde! ¡efectivamente, se había acabado el mundo!

- Oye, Adela, ¿has oído hablar de las profecías autocumplidas?

- ¿Auto qué?
 
- La he liao parda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario