Lo del
fin del mundo me lo inventé yo para tener sexo.
Le
pregunté a Adela, la recepcionista:
- ¿Y si
fuera el último hombre sobre la tierra, tendríamos sexo?
Y me
dice Adela:
- Lo
dudo.
Lo que
prácticamente es un sí.
Más allá
de consideraciones morales, matar a la mitad de la humanidad me planteaba un
reto, fundamentalmente, de tiempo. Según mis cálculos, restando los
nacimientos, me llevaría 367 años matar a todos los hombres de la tierra. Así que probé otra
táctica.
- Adela,
¿y si se acabara el mundo de repente, y no nos diera tiempo a llegar a casa,
tendríamos sexo?
- Muy
borracha tendría que estar.
Así que me
agencié dos botellas de ginebra. Eso era lo fácil. Pero acabar con el universo, dado su tamaño, planteaba un reto
de logística aún mayor. Calculé que necesitaba un agujero negro
demasiado grande incluso para conceptualizarlo.
Pero,
como profundo conocedor de la naturaleza humana, sabía que no era necesario
acabar con el universo. Bastaba con que los demás creyeran que iba a acabarse.
Así que
me fui a ver al director de la revista Más allá.
- Oye,
Tristante, machote, he encontrado un calendario maya que concluye el 21 de Diciembre a las
19 horas 21 minutos. ¿Tú crees que eso significa que se va a acabar el mundo en
esa fecha?
- No lo creo.
- Yo tampoco.
Pero en
el siguiente número sacó el reportaje como si se le hubiera ocurrido a él.
Así que
el 21 de Diciembre a las 19 horas pos meridian le digo, Adela, que me voy para casa ya. Por
cierto, ¿qué te parece eso de la profecía maya?
- Mentira
todo.
-Eso
creo yo.
Abro la
puerta de la calle y digo, ¡hostia, Adela, que es verdad, QUE SE ESTÁ ACABANDO EL MUNDO, que se le ve el final desde aquí!
- ¡¿Cómo?!
¡Déjame ver!
- ¡No
te asomes! ¡te absorberá el terrible vórtice de la destrucción absoluta!
¡vuelve dentro! ¡yo te protegeré! Por
cierto, casualmente llevo aquí dos botellas de ginebra.
Total,
que al final le digo a Adela, que me voy vistiendo, que todo era mentira, me voy ya
para casa, que son casi las ocho, muchas gracias por todo.
- ¡No
te achomes, te dechtruirá el terrrrrrible vorchtice de la dechtrución acholuta!
- Ya,
ya.
En
estas que me asomo, dispuesto a salir, y ¡coño!, ¡no había por dónde! ¡efectivamente,
se había acabado el mundo!
- Oye,
Adela, ¿has oído hablar de las profecías autocumplidas?
- ¿Auto qué?
- ¿Auto qué?
- La he liao parda.
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