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miércoles, 17 de agosto de 2011

La fiestuqui del perdón



Tened cuidado, porque están impartiendo misas de forma indiscriminada y aleatoria por todo Madrid.

Yo mismo asistí de forma involuntaria a una misa completa en pantalla gigante en el tramo que va de Castellana a Cibeles, atrapado en el atasco. Y llegando a Cibeles dijo el sacerdote de la pantalla que iba a bendecir estampas. Como estaba parado en el atasco, y llevaba una foto en la cartera de mis años hippies, con barba y pelo largo, me acerqué a ver si colaba por una foto de Cristo y me concedían la capacidad de hacer milagros.
- Pero este de la foto que traes, ¿Quién es, hijo mío?
- Es el Cristo de los Horrendos Suplicios, en mi pueblo le tenemos mucho pavor por lo sangrante que es.
- Pues se parece mucho a ti.
- Es que fui concebido a su imagen y semejanza.
- Tiene una mirada como enloquecida y borracha.
- Es que es una foto no oficial. Le pillaron al biés, en escuerzo.
Con dudas, pero me bendijo la foto.

Así que llego a casa corriendo y le digo a mi mujer:
- ¡Cariño, que tengo superpoderes! ¡Que puedo hacer milagros!
- Ya.
- Ponme a prueba, mujer de poca fé. ¡Pídeme lo que quieras!
- Baja la basura.
- No, algo más difícil.
- Pon la lavadora.
- ¡Más difícil, más difícil, algo imposible...!
- Pon la lavadora sólo con ropa blanca.
- ¡Vale!
No he puesto una lavadora en mi vida, pero como me acababan de otorgar superpoderes católicos mediante bendición en estampa, me dije, ¡a por ello! Metí toda la ropa a manojo, pulsé botones aquí y allá, y me fui al baño a obrar tan ricamente. Hete aquí que diez minutos después noto una humedad en los pies, miro para abajo, y veo que una corriente de agua jabonosa se está filtrando bajo la puerta. Casi al instante, los gritos de mi mujer hacen retemblar las paredes, se expanden por el hueco de la escalera y sacuden a los muertos en sus tumbas, que pensé que iba a desencadenar el apocalipsis.
- ¡Se está saliendo la lavadora! ¡Y toda la ropa blanca está ROOOOOOSAAAAAAA!

Hasta ahí, mal. Pero el otro día me crucé con una muerta en la escalera, como me temía. Le digo:
- ¿Pero qué hace usted aquí, vestida de época y cayéndose a cachos?
- Es que he oído que me llamaban.
- ¿Cómo se llama usted?
- Rosa.
- Se confunde usted de portal. La están esperando en el portal de al lado.

Así que, por el bien de todos, voy a ver si consigo que me desbendigan la estampa, porque se me están yendo de las manos los poderes supraterrenales.

1 comentario:

  1. El instituto de lavado blanco de Dusseldorf certifica este post como de interés mundial

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